Maria Neim "1°Apoyo en Violencia Domestica"
"LOS DERECHOS HUMANOS TENDRIAN QUE EMPEZAR POR CASA" COMO LO DIJO EL ESCRITOR. Eduardo Galeano
martes, 23 de septiembre de 2014
domingo, 14 de septiembre de 2014
domingo, 7 de septiembre de 2014
Ita.
Érase una vez una pequeña, triste, tímida, solitaria y
muy cargada de miedos.
Llamada Ita , era una niña muy particular, a
diferencia de otras niñas a ella no le
gustaba jugar a ser su mama, ponerse sus zapatos de tacos, maquillarse o vestirse
con su ropa ,ni cargar con ese fardo de dolor como lo había arrastrado su madre
durante toda la vida.
Solamente gustaba de jugar a las muñecas que ella
misma hacia amorosamente en hojas de cuaderno, las dibujaba, pintaba y recortaba;
les ponía nombre y armaba su vestuario de papel., las amaba y cuidaba tanto como le hubiera gustado a ella ser tratada.
Ita era una niña muy delgada con ojos enormes,
marrones y vivaces. Tenía una sola amiga
en 5° año escolar a la cual
visitaba muy a menudo, porque allí en la casa de su amiga se sentía a gusto ya
que su amiga compartía con ella dibujos animados en la televisión, tortas y chocolate caliente, en fin allí había un
ambiente de paz que no se respiraba en su propia casa.
Solían reír y disfrutar juntas diversos juegos como
cocinar con hojas de transparentes, jugar
a las almaceneras, y a las escondidas; pero también compartían otro tipo
de juegos, aprendidos por Ita en su casa, eran juegos prohibidos de índole
sexual.
¿Por qué esa niña de 11 años jugaba a besarse, tocarse
y contornearse?
La dolorosa realidad era que ella, antes de aprender a
leer y escribir, había sido enseñada por el monstruo de su padrastro en esas prácticas
como el sexo oral, usando dulces como herramienta para lograr su maquiavélico
fin.
Esto sucedía en ausencia de su madre y sus hermanos.
“El viejo” como llamaba la niña e ese
hombre se paraba vigilante por la ventana para controlar la posible llegada de
alguien, mientras forzaba a la pequeña a satisfacer sus sucios instintos.
Solo recordaba sus asquerosos bigotes y el repugnante líquido que salía de su interior,
las palabras que quedaron grabadas como flechas en su alma “no seas malita”
“vos sos mía” “si sos buenita, te voy a dar mi apellido a vos y tus hermanos”,
este era uno de los ardides que usaba la bestia para animarla.
Ella no tenía conciencia de cómo, ni cuando comenzó
esta practica, pero era algo ya habitual
entre ambos, Ita asociaba este acto con
algo tan rutinario como el lavado de sus dientes.
A ella no le agradaba jugar a este juego con sus
muñecas, sino que imaginaba tener muchos amigos de papel, les ponía nombres les
daba vida, reía, charlaba con sus
muñecas en su mundo de ficción, las únicas que sabían su tormento, el gran
dolor que guardaba en su corazón y quien fue en realidad aquel repulsivo hombre,
el marido de su madre.
Autora: Ita
viernes, 18 de julio de 2014
jueves, 3 de julio de 2014

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